Es raro el día que no usamos varias veces un pulverizador (comúnmente llamado "spray"), bien sea el desodorante, el insecticida, el nuevo ambientador que hemos comprado para el salón, el del wc.., o simplemente el de la laca.
La cuestión es que a quién se le ocurriría la idea de crear algo similar...??
El concepto de pulverizador se originó alrededor de 1790, cuando se introdujeron en Francia las bebidas carbonatadas auto-presurizadas. En 1837, Perpigna inventó un sifón de soda incorporando una válvula al recipiente de la bebida. En 1862 se ensayaron latas metálicas de pulverizadores. Estaban construidas en acero y eran demasiado pesados y voluminosos para tener éxito comercial.
El 23 de noviembre de 1927, ingeniero noruego Erik Rotheim patentó una lata de aerosol con válvula, este fue el precursor del aerosol moderno.
Durante la decáda de 1940 se llevó a cabo una producción masiva de aerosoles en Estados Unidos. Se trataba de un insecticida denominado “bomba insecto”. Los soldados lo utilizaban para combatir las enfermedades causadas por insectos en el área del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.
Se fabricaron 50 millones de unidades, y algunas de ellas encontraron su camino hacia el mercado estadounidense, después de la guerra, como excedente del ejército. Como resultado de la gran aceptación por parte del público, las compañías comerciales empezaron a buscar formas de explotar esta novedosa forma de envasado. Insecticidas, desodorantes de ambientes, lacas para el cabello, fueron los primeros productos en llegar al mercado europeo, a principios de los 50.
A finales de los 70, una corriente de conciencia medioambiental captó la atención del mundo, tras la publicación del informe sobre la capa de ozono. Los aerosoles se convirtieron en el objetivo prioritario de legisladores, prensa mundial y organizaciones de consumidores, por el papel que se pensaba que los CFCs jugaban en la disminución de la capa superior de ozono, a pesar de su contribución, relativamente menor, al fenómeno.
La industria se alejó de los CFCs para aproximarse a propelentes alternativos. Se introdujo en Europa el etiquetado “sin CFC”. Desde 1989, los aerosoles europeos para el consumo (excepto algunos productos médicos, como los inhaladores contra el asma) no contienen CFCs.
En 1998, la oficina de correos de Noruega emitió un sello en conmemoración a la invención del aerosol.
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